Se origina su nombre en la década de 1.960 cuando se produjo el descubrimiento de grandes yacimientos de gas natural en Holanda, por lo que aumentaron considerablemente los ingresos en divisas producto de su exportación. El florín, la moneda neerlandesa, se apreció (la moneda aumento de valor con respecto a monedas de referencia extranjeras) y en consecuencia hizo más barato los productos importados que los locales y encareció las exportaciones, acto seguido disminuyó la demanda de productos nacionales provocando cierre de empresas y aumento de desempleo en áreas no relacionadas con el sector que provocó el boom de divisas.
La Enfermedad holandesa no es un fenómeno nuevo, es anterior incluso al descubrimiento de los yacimientos de gas natural en los Países Bajos. La sufrió España en el Siglo XVI por el ingreso de los metales preciosos extraídos de las colonias sudamericanas y Australia en la década de 1.850 por el descubrimiento de grandes yacimientos de oro.
Dada las características propias de los recursos naturales, que provocan esta perversión económica, nos encontramos que el sector que provee el mayor porcentaje del ingreso nacional emplea una cantidad muy pequeña de trabajadores en su extracción y exportación, por lo cual el diferencial de productividades es muy pronunciado generando un desequilibrio considerable en la estructura económica del país.
Venezuela ha padecido este mal repetidamente, desde 1.928 incluso, cuando se ha producido el aumento abrupto de los ingresos fiscales gracias a precios elevados o aumento considerable en el volumen exportado de petróleo. En los diferentes episodios se han evidenciado todos los síntomas de la enfermedad:
Apreciación de la moneda local
Aumento de las importacionesDisminución de la producción interna y aumento del desempleo en los sectores tradicionales de la economía.
Auge de los sectores económicos y zonas geográficas relacionadas con el sector petrolero en detrimento de los que se especializan en la economía tradicional.
Los productos agrícolas y manufactureros para consumo interno encontraron competencia con productos importados incluso más económicos y los productos para exportación se encontraron en desventaja dada la apreciación de la moneda local.
Desplazamiento de mano de obra del sector rural y urbano a las zonas petroleras, con los desequilibrios urbanos consecuentes.
El privilegio otorgado por el sector público al sector petrolero y el no tomar medidas para hacer frente a la desigualdad y distorsión que se genera en la economía condena al país a la monoproducción y monoexportación.
En el caso venezolano, la Enfermedad Holandesa se presenta con la particularidad de que el petróleo no es algo que podamos suponer pasajero sino consustancial a nuestra estructura económica y además su propietario es el Estado, quedando a su criterio la distribución de los ingresos rentísticos por la exportación del producto. La tentación de utilizar los excedentes en épocas de bonanza para paliar los innumerables reclamos de la población o para emprender proyectos faraónicos no ha sido resistida con éxito y ha ocasionado una y otra vez la inyección de recursos en el circuito económico interno a través del incremento del gasto público, aumentando la masa monetaria sin una contrapartida en la oferta de bienes y servicios provocando índices de inflación continuamente al alza.
El tener en sus manos la promesa de futuros ingresos por la venta del petróleo, hace al país atractivo (bajo riesgo país) en los mercados financieros internacionales, haciendo que se contrate deuda externa e interna incluso en años de altos ingresos por los elevados precios, para encontrarse luego, en los años de disminución de los mismos, agobiados por el servicio de los prestamos contratados alegremente en épocas de “vacas gordas”.
Recordar la agotabilidad del recurso y que su precio lo dicta el caprichoso mercado mundial de hidrocarburos, pudiendo subir o bajar imprevisible y violentamente, nos hace inferir lo delicado que es este padecimiento en el caso venezolano y la urgencia de encontrarle cura.
Una alternativa es controlar el flujo de recursos de las exportaciones para que no incrementen la masa monetaria en circulación, conservando una parte en el exterior en fondos de inversión especiales (como el Fondo de Pensiones del Estado de Noruega o el Fondo para las Generaciones Futuras del Estado de Kuwait), luego nutrir gradualmente a la economía interna con las ganancias y dividendos obtenidos de dichos fondos. Esta estabilización en el flujo de divisas permite también controlar el crecimiento del gasto público ya que no se contaría con un imprevisto raudal de riquezas, permitiendo estabilidad de precios y de tipos de cambio. Y representa un ahorro para las generaciones futuras y un seguro para el país cuando bajen los precios del crudo, se sustituya éste como fuente de energía o simplemente se agote.
Otra opción es utilizar los recursos excedentarios para la inversión en infraestructura (carreteras, comunicaciones, escuelas, hospitales, etc.) y educación, las cuales incrementan la productividad de toda la economía. Una iniciativa importante en este sentido podría ser la creación de programas de becas que premie a los mejores talentos nacionales para cursar estudios en universidades alrededor del mundo.
Simplemente cumplir aquel deseo de Juan Pablo Pérez Alfonzo y Arturo Uslar Pietri en el sentido de que “el usufructo del petróleo debe estar orientado a la formación de capital, no al consumo”… En otras palabras: Sembrar el petróleo.
Otros países han superado con éxito la Enfermedad holandesa: Finlandia, Noruega, Australia, Suecia, Chile y por supuesto la misma Holanda.
Venezuela no debería estar condenada entonces a padecerla por siempre… No depende del petróleo sino de nosotros…
Nota: Agradecemos al Econ. Héctor Jiménez @13CarpeDiem13 por aportar el contenido del presente artículo.
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